¿Hay algún aspecto de la vida cotidiana que escape a la medicalización?
Foto Gerónimo Pizzanelli/abril 2012 |
Invito a leer este artículo
Comer bien comer mal: la medicalización del comportamiento alimentario.
No solo elegimos lo que comemos por motivos de salud. En esta elección y ejercicio de libertad, cuando es posible ejercerla, intervienen muchas variables: culturales, socioeconómicas, sociales, psicológicas, de pertenencia de grupo.
En los países "emergentes" como gusta llamarse ahora (incluyo a nuestra pequeña economía) existen unas condiciones de vida que llevan a tener que elegir trabajar muchas horas, sosteniendo un poder adquisitivo mayor que en otras épocas, pero teniendo muy pocas alternativas de tomar cuidado de la propia: escasas horas para ejercicio, poco tiempo para leer, para hacer música, para jugar con los hijos o estar presente para ellos.
En este mundo con un sistema productivo predominante con una de lógica de consumo, surge de este modo una nueva clase proletaria (si se me permite este término que puede considerarse demodé) de consumidores, probablemente mas vulnerable, que tal vez por primera vez luego de varios ciclos familiares, puede introducir en su tubo digestivo lo que le place, con la consiguiente saciedad no solo digestiva, sino psicológica y generacional.
Como se me va a privar que coma o tome lo que me da la gana, si ahora puedo hacerlo, porque puedo acceder!
Siempre me pregunto si se puede considerar desarrollo esto que nos venden: tener que trabajar mas de 8 horas para acceder a mayores bienes de consumo, con el consiguiente detrimento de la calidad de vida individual y familiar.
Debemos cuestionarnos y reflexionar sobre el hecho de que a pesar de haber penetrado tanto la información sobre la "dieta saludable" en la sociedad occidental, esta no ha logrado modificar sus prácticas alimentarias.
Gracias a Vero por el aporte del documento.
HmP
Feliz día del trabajador (Recuerdo a la memoria de los Mártires de Chicago)
Discusión del documento referido anteriormente:
Los constructos acerca de la dieta y la regulación del peso
corporal no sólo ofrecen información valiosa sobre la naturaleza y los posibles
efectos de unas prácticas médicas centradas en pretender cambiar los
desordenados estilos de vida a los que han llevado el progreso y la
civilización, sino también acerca de cómo sirven para producir y mantener
patrones de promoción de la salud; éstos, a pesar de la diversidad cultural y
económica de las poblaciones, son muy similares a nivel mundial. Una de las
paradojas del proceso de medicalización alimentaria en las sociedades
industrializadas es que si bien la divulgación de la dieta equilibrada ha
penetrado en el entramado social e, incluso, ha dotado de sentido a los
discursos profanos sobre lo que se considera comer bien, no ha logrado
modificar sus prácticas alimentarias. Así lo demostraría el incremento de
enfermedades crónicas vinculadas con la obesidad. Esta divergencia entre el
conocimiento normativo y las prácticas alimentarias cuestiona, en buena medida,
la eficacia del actual modelo de prevención e intervención nutricional, en
particular por dos razones. En primer lugar porque apenas se ha comenzado a
trabajar sobre los factores estructurales que al parecer explicarían el aumento
de la prevalencia de esta enfermedad. Es el caso, por ejemplo, de la
desigualdad social, la calidad nutricional de algunos productos alimentarios o
la promoción del consumo indiscriminado. Por otro lado, los tratamientos para
abordarla se adaptan poco a las particularidades biopsicosociales de las
personas obesas y se dirigen, sobre todo, a modificar los denominados
"estilos de vida" a través del seguimiento disciplinado de dietas y
ejercicio físico. Esta visión prescinde del hecho de que la salud, dado que es
una motivación importante del consumo alimentario, es sólo uno de los múltiples
condicionantes de la alimentación cotidiana y deja de lado que comer mal o bien
reviste significados distintos, contradictorios o complementarios según sea que
el determinante sea el placer, el bolsillo, la comensalidad, la conveniencia o
la enfermedad. Asimismo, este modelo medicalizado basa sus preceptos en dotar
de competencias dietéticas y responsabilizar a los individuos de su estado de
salud sin comprender, o cuando menos afrontar, que la vida cotidiana de la
ciudadanía es heterogénea per se y está articulada por actividades
diversificadas y acontecimientos irregulares a menudo incompatibles con la
rutina requerida por los apremios dietéticos.
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