PAGO
Palabras de Eduardo Darnauchans:
(en el acto de cesión de derechos de su canción "Pago" al SMU, en ocasión de la celebración del día del médico durante la presidencia de Juan Carlos Macedo, Teatro El Galpón, 4 de diciembre de 1998)
publicado por Revista Noticias, publicación del SMU: ttp://www.smu.org.uy/publicaciones/noticias/noticias96/art18.htm
«yo le debía esta canción doctor»
Yo quisiera regalársela al SMU pero no se puede por cuestiones legales. Debería ser más sencillo. Es más fácil robar una cosa que donarla.
Mi padre era médico del SMU como casi todos los médicos. Hay médicos que no lo son, pero como decía el amigo Vallejo: «Allá ellos, allá ellos, allá ellos».
Es una institución noble que forma bien a la gente. Representa a un gremio que es amado y odiado, como el gremio médico. Hay médicos que se merecen ser odiados y hay médicos que no tenés con qué pagarle, porque con tres palabras te solucionaron un problema. Mi padre fue un médico de campaña, allá entre Rivera y Tacuarembó, de Corrales a Cortinas, cuántas leguas quedarán.
Nunca cambió de auto. Un Volkswagen del 63. Era su orgullo porque era alemán, no era brasilero. Pero nunca tuvo más que eso: una casa, un auto, una mujer y dos hijos.
Como la mayoría de los médicos son así, y los que integran el SMU son así, yo intento simbólicamente saldar una deuda, porque eso es evidentemente la canción Pago. Pago es un lugar donde uno nace y también es saldar una deuda.
Muchas veces en épocas de gallinas gordas al médico se le pagaba con una gallina. Después no se pagó con gallinas gordas porque no había más y vino la época de las gallinas flacas. Sí las vacas gordas, pero esos no eran pacientes de mi padre. Por todos esos médicos, por lo que implica el Sindicato Médico, como institución, por lo que implica AGADU como institución, yo quería hermanar estas instituciones que defienden cosas. Como dijo Sandino: «Alguien tiene que hacerlo».
Tal vez un marxista horrible me diría que soy voluntarista, pero los marxistas no horribles no lo dirían.
«de tu infancia nada sé una fotografía amarillenta aquel silencio de tu padre»
La inmensa mayoría son así, como mi doctora Olga Hernández, que me atiende a la hora que sea, en mi casa y no me cobra nada. Es el honor de la Medicina y me lo decía Macedo que cuando cierto personaje le pide al centauro que le enseñe algo, no le pide que le enseñe ser médico sino las artes médicas. Si hablamos así estamos introduciendo la mitología y el arte, la cultura en el sentido más profundo, y no que un médico te puede atender 5 minutos, «use esta cremita y váyase» y eso no es así. Creo que el espíritu de la mayoría de los médicos es consolar al prójimo. Si tú no tienes cura. Yo intenté estudiar medicina, hice un año de Facultad, por allá en el 71 y secretamente acudía nocturnamente a la Facultad de Humanidades que quedaba acá en el puerto. En ese edificio. No sé qué van a hacer con él. Sería bueno que hicieran viviendas para los pescadores y para la gente que trabaja en el puerto, pero eso depende de autoridades, que no son del Sindicato Médico ni de la IMM.
«el asma de tu madre que heredé acaso un mundo verde de árboles»
Uno sabe que su enfermo se va a morir y que no tiene vueltas. De esto hablaba Macedo en un artículo hace años. Contra la muerte no se puede, pero sí el médico puede consolar a su paciente, apoyarlo, estar con él, decirle «¿no se quiere tomar una grappita? No tome cinco.» Porque en definitiva ya está vendido el pescado. Pero no la tiranía médica. A mí me dijeron una vez que yo, por ser asmático, tenía que vivir para afuera de Propios, forrar todo con pantazote, almohadas, colchones. Pero yo tengo una mujer que no es asmática, ¿cómo hago? Cualquier mota de polvo. Eso se llama dictadura médica.
Tengo un perro cocker lleno de pelos, porque tengo derecho a tener un perro y tengo derecho a toser y tengo derecho a morirme y a vivir. La mayoría de los médicos de este país me van a decir lo mismo. No el gran médico que tiene cinco autos y tres amantes. Tiene uno para cada amante, uno para él y otro para la mujer y que yo los conozco porque fueron compañeros míos de Facultad. Pero esos no son a los que está dedicada la canción, está dedicada al tipo que va a tomarle la presión a un viejo o a salvar la vida de un niño.
«y caballos caballos caballos»
Mi padre es un pretexto, es uno más de los que entregaron su vida a la Medicina, o a salvar al prójimo o a consolarlo, que es lo más importante. Tú no tienes salvación y si tomas un medicamento capaz que te salvas.
Mi padre no tuvo buenas migas conmigo porque él quería que yo fuera médico o escribano o abogado o alguna cosa por el estilo, porque a él le había costado mucho ser médico. Mi padre celebraba más sus exámenes ganados en Facultad, porque podía vender los libros. Porque su padre, que no era hombre pobre, quería que él fuera escribano y él quería ser doctor en medicina. Entonces no lo mandó a la escuela. Mi abuelo, allá por cuchilla de Manguera, La Calera, había designado los destinos de los hijos. Su hija mayor iba a ser profesora de francés y pianista, mi padre venía después e iba a ser escribano y así sucesivamente. Pero mi padre no quería ser escribano, quería ser «dotor». Tuvo que esperar hasta los 18 años para ir al liceo de Tacuarembó sin haber aprobado la escuela primaria y dando un examen de ingreso.
Si tú entras con 18 años a primero de liceo ya te robaron un montón de años. Eso no está en la canción pero está bueno que lo sepan algunos, que hay destinos prefigurados, pero el tipo quiso ser médico y atender al prójimo, como la mayoría de los médicos. Para ver qué pasa y si se puede y si hay medios y si hay que enterrarse hasta la verija y tenés que pedir un jeep al cuartel, cuando el cuartel era el cuartel, antes del 68, también se hacía. El sentido profundo es ese. Yo no escribí una canción a la muerte de mi padre. Las dos últimas estrofas sí las escribí después que murió.
«y tus ojos hundidos que releen releen releen! oh tocador de armónica»
Yo pude cantarle a mi padre, porque comprendió que yo podía ser un músico, pese a que él no estaba de acuerdo con que yo fuera músico. Él me podía pagar una carrera universitaria y aunque fuera Licenciado en Letras. Tener un diplomita. Porque para él era importante eso, le costó mucho. Mi madre le tejía pulóveres, era su novia en Tacuarembó y él los vendía secretamente. Y su padre quería que fuera escribano.
Y quería ser médico y fue médico y fue médico pobre. Allá en Minas de Corrales, en la lejana Rivera, tenía un teléfono, porque tenía que tenerlo, para la asistencia. La canción la escribí en el 79. Yo estaba un poco mal de la cabeza, y papá en lugar de meterme en una clínica psiquiátrica me dijo que me fuera para allá, «que no te hagan electroshock, veníte para acá». Papá murió un 30 de mayo y el 29 de mayo me prohibieron en Jefatura y nunca se enteró. Habíamos llegado a un acuerdo. Él era médico y yo era cantante. Que de alguna manera éramos parientes a nivel profesional, aparte de ser padre e hijo o hijo y padre. De alguna manera lo importante era acompañarlo, sanarle el alma. Si el cuerpo estaba deshecho no se puede hacer nada, pero agarrar el hombro del prójimo y decirle. «Vamo arriba, Mi amigo, tómese una grappita». Y yo hago lo mismo. La misión del músico es acompañar a su prójimo, en las buenas y en las malas. Sobre todo en las malas.
«de polcas de rivera y en un pie sentado en mis seis años parado en la mitad de mi niñez»
Se supone que yo soy una persona bajoneante, pero creo que no hay una persona que tenga mejor humor que yo que soy capaz de ir hasta Groenlandia para traerle un cubito de hielo a su mujer. Como lo dice el amigo Leonard Cohen en su canción «I'm your man» que significa eso: soy su servidor. Lo mismo que es un médico o debería serlo. Porque hizo un juramento que se llama hipocrático. Todavía existen médicos que si tú no llevas la orden de la sociedad médica igual te atienden, y pasan una hora contigo preguntándote qué te pasa y te dejan expresarte. Por los que piensan de esa manera yo quise hacer esa cesión de derechos, que es simbólica. Mi padre trabajó como médico en Montevideo, en Rivera y Tacuarembó. Es interdepartamental. Mi padre murió en el hospital, estaba auscultando a un chiquilín y le vino el primer infarto. Pero no había cama de adultos y estaba en una cama de niños y el tipo tenía un infarto masivo y a los diez minutos murió. Mi padre era categoría B. No lo echaban pero no podía ascender Ahora los directores de los hospitales tienen muchas veces 30 años. Es un cargo político y lo digo sin ningún tipo de resentimiento y menos contra los médicos.
Actuación de Darnauchans en Solís II, Alcion, abril 2002 |
Se supone que un militar en aquel momento no peleaba contra nadie, sólo pedía documentos. Era muy interesante una guerra de esa manera. Pedir documentos y llevarse gente a la cárcel. ¡Qué bárbaro! ¿No? Mi padre murió en el campo de batalla, pero no lo ascendieron en el cargo, los que pelean por la vida no tienen un grado más y la mujer no queda con una pensión. Mi padre murió en el hospital atendiendo a un chiquilín. Y le venían a preguntar cómo era un infarto. Mi padre describió puntualmente lo que tenía y murió.
Las dos últimas estrofas son en tono elegíaco y menciono a San Juan de la Cruz, lo de la experiencia mística, un no sé qué que queda adormeciendo. Pero le pude hacer escuchar lo anterior y ahí nos arreglamos. Tú eres un músico y yo soy un médico. Yo tenía unos 24 años. No es casual la lectura de Pago y Pago. Las estrofas antepenúltima y anteantepenúltima las escribí en el viejo galgo de la Onda. Es una milonga. A mi padre no le gustaba mucho la música culta. Sí Osiris Rodríguez Castillo y Atahualpa Yupanqui. Leía a Julio da Rosa y si no Batlle y el batllismo. Fue batllista toda la vida en el sentido batllista de la palabra. Porque sabía que la gente pobre de la ciudad también tenía derecho y no como los blancos que siempre hacen vialidad y cada tanto asfaltan el camino hasta la estancia del amigo.
«guárdela dentro de su maletín».
PAGO
(A: Pedro E. Darnauchans Brum)
Yo le debía esta canción doctor,
yo le debía esta canción a usted.
Yo le debía esta canción doctor,
guárdela dentro de su maletín.
De tu infancia nada sé,
una fotografía amarillenta,
aquel silencio de tu padre,
el asma de tu madre que heredé,
acaso un mundo verde
de árboles y
caballos ,caballos, caballos.
Yo supe que al dejar Testu
comías pan francés y arroz con leche,
y para espantar espantos
colgaste un esqueleto en la azotea.
Imagino tu delgadez
y tus ojos hundidos
que releen, releen, releen.
Yo le debía esta canción doctor,
yo le debía esta canción a usted.
Yo le debía esta canción doctor,
guárdela dentro de su maletín.
Oh tocador de armónica
de polcas de Rivera y en un pie
sentado en mis seis años,
parado en la mitad de mi niñez,
enciende luz, consuélame,
di que no hay nada en la oscuridad,
di no hay diablo, no hay diablo, no hay diablo.
En Minas de Corrales fui
aparcero de extrañas pesquerías,
con que cansabas tu cansancio,
llenándote el Ford T de tarariras,
y el sueño del dorado,
los kilos de un suribí
y el agua, y el agua, y el agua.
Yo sé que andás, manejador,
volando por caminos vecinales
en una media esfera blanca,
Volkswagen mil nueve sesenta y tres,
no vas por un negocio,
va un viejo estetoscopio
a auscultar, a auscultar, a auscultar.
...yo le debía esta canción a usted.
Yo le debía esta canción doctor,
guárdela dentro de su maletín.
Cómo quisiera levantar
un edificio de sonidos y de amor,
cantarte un tango eterno,
durando más que el bronce mi canción,
pero me quedo mudo,
Juan de la Cruz,
balbucear, balbucear, balbucear.
Qué tengo yo que cantarte
si tienes tus tan tuyas melodías
hechas de risas y de llantos,
y "gracias", maldiciones y alaridos.
Sinfónica sirena,
timbales de un corazón,
y los timbres, teléfonos, despertadores.
Y timbres, teléfonos, despertadores.
Y timbres, teléfonos, despertadores.
Y timbres, teléfonos, despertadores.
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